VIDA
No hay incertidumbre frente al mañana ni miedo de cara a la muerte; si acaso existe un vértigo numérico; lo cuantitativo como crisálida de la cual, tras una inevitable metamorfosis, saldrá una negra mariposa llevándose lo cualitativo allá donde ya no sea alcanzable. Entonces perdimos el rumbo, nuestros polos se derritieron junto con su magnetismo. Proyectar sobre el futuro, inmediato o mediato, lo que el presente tiene de vacío e insípido: un tercio de la vida dedicada al trabajo y otro tercio durmiendo; las cifras no mienten, tampoco son portadoras de verdades absolutas; pero a nuestra escala, cósmica respecto al átomo y atómica respecto al cosmos, el recorrido más corto entre dos puntos sigue siendo un segmento sin curvatura. Como una mecha acercándose a la detonación final ardemos, salvo que solamente un tercio del camino quemamos. De nada sirven la angustia y ansiedad de hoy si, ya contando los segundos, moribundos, se repiten la angustia y ansiedad referentes al anteayer. Vivir en todo el apogeo de su significado y significante es mucho más que permitir a las funciones biológicas mantenernos erguidos, ocupando un espacio, un tiempo, justificando dos tercios, inercia, ser y estar por compromiso con nuestras constantes; calcular de otro modo o mandar todo cálculo al infierno; una tercera parte no justifica las otras ni viceversa. Sobran imposiciones: si en esta ruleta rusa jugamos a cuatro balas, quizá es hora de romper las normas y apuntar con el revólver hacia todos esos esquemas que degeneraron nuestro agradable paseo en un apestoso y estéril laberinto.
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