Dogma

 El modo más eficaz de cerrar la mente del ser humano y manipular su percepción es programarla con alguna clase de dogma. Las personas siempre defienden los dogmas por encima de cualquier otro conocimiento y rechazan toda opinión alternativa que contradiga su limitada e inamovible perspectiva. Los dogmas se convierten en el mecanismo de seguridad de una persona y en su medio para retener poder. La humanidad tiende a aferrarse a las dos cosas hasta que sus nudillos se vuelven de color blanco. Los dogmas pueden adoptar infinitas formas, y cuando persuades a distintas personas para que defiendan dogmas opuestos, manipular los conflictos y ganar control mediante la política de «divide y vencerás» se convierte en una tarea fácil. Hoy en día sucede lo mismo —en realidad, más todavía—que a lo largo del período de la cárcel vibratoria. Para un manipulador, el judaísmo es tan útil como el cristianismo y el islam, y la «izquierda» política es tan importante como la «derecha». Son necesarios dos dogmas para poner en contra a las personas que los defienden. A lo largo de miles de años, los dogmas más eficaces han sido las religiones. Una generación adopta una perspectiva estrecha de la vida y de sí misma (una religión) y la impone a su descendencia, que luego hace lo mismo con la suya y así sucesivamente. Los dogmas religiosos y políticos se han inspirado en los elementos negativos de la cuarta dimensión. Las dos armas principales de la religión son dos emociones cancerígenas —el miedo y la culpa— que se han utilizado para reprimir la mente humana y acabar con su autoestima, creando de este modo una realidad física acorde. Las religiones son el mismo patrón de pensamiento —el patrón llamado control— que se manifiesta con distintos nombres. Incluso el origen de sus mitos, historias y ceremonias es siempre el mismo porque todas las religiones provienen del mismo origen.

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