CRISIS CULTURAL

Los jóvenes de hoy prefieren una revista de modas o de farándula. Los niños prefieren a Rambo que a Bambi, o a los ninjas que al gato con botas o al conejo de la suerte.

En este siglo XXI lo programas audiovisuales que reflejan violencia, morbosidad o un mundo grotesco son los preferidos como consecuencia de un siglo XX que ha tenido dos guerras mundiales y los más grandes holocaustos de la historia.

Esta es la Era Atómica, Supersónica, de la Informática y el terrorismo, el trastocamiento de los valores, la masificación y la más cruel forma de pobreza social. Nunca como en estos tiempos se vive con miedo y se reacciona con agresividad.

Hace solo tres o cuatro décadas los niños y los jóvenes dedicaban parte de su tiempo libre a la práctica de deportes; los adultos se preocupan por estar al día en cuanto concierne a conocimientos de cultura, ciertamente la cultura es todavía una cosa de élites, pero las ideas que surgen de ellas mueven el mundo.

Hoy esa élite es más pequeña que nunca y el libro parece un objeto en desuso, se lee muy poco, por lo general literatura ligera, barata, o no se lee nada.

El esfuerzo que se realiza por la subsistencia reduce cada vez más el tiempo libre. Las horas que se dedican a la subsistencia no deja mayor tiempo para lecturas frondosas y los libros que nunca han sido baratos, hoy son menos que nunca.

La falta de dinero, el escaso tiempo libre y el gusto por las emociones morbosas que han creado los audiovisuales y el sensacionalismo, explican en parte la inapetencia cultural.

Los libros han sido siempre un motor de cambio, transformaciones de desarrollo en el mundo entero; han propiciado revoluciones, descubrimientos científicos y han renovado la faz del mundo al despertar y despercudir conciencias dormidas.

Se dice: antes no habían tantas inquietudes como ahora, los avances de la tecnología, el encarecimiento de los libros y el costo de la vida, hacen que el profesor de hoy no lea. Está decepcionado de su profesión, por el escaso reconocimiento que recibe.

La renovación de la sociedad necesita de esa visión más amplia de la vida que proporcionan los libros. Abaratarlos es promover la cultura, es un asunto que concierne a todos por igual.

La crisis de la cultura es también la crisis del sentido más alto de la vida, de la sensibilidad y de la búsqueda tanto intelectual como artística, de la que no concierne a esa élite que quiere escapar de la masificación.

La cultura siempre ha sido un factor enriquecedor, pero los valores de la sensibilidad y de la inteligencia son los que menos cuentan ahora. El gusto por lo morboso y lo feo predomina las nuevas generaciones.

La belleza, ideales y el sentido de la dignidad en la vida, en una sociedad masificada como la nuestra, donde el prototipo es el hombre unidimensional, parece tener sentido solo para un círculo muy estrecho de personas.

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