El reconocimiento no es para todos
El reconocimiento no es para todos Cuentan que en una ciudad vivía un maestro que se había hecho famoso porque sus discípulos promovían la paz y ayudaban a los enfermos. El maestro había sido mediador de conflictos con ciudades vecinas y había logrado acuerdos y evitado guerras. Un día vino el gobernador a su templo y le dijo al maestro que quería ofrecerle un merecido reconocimiento en la plaza de la ciudad, frente a la población. Sus discípulos estaban muy contentos con la idea, porque haría más conocido el templo y eso los ayudaría a hacer mejor su labor. Sin embargo, ante la sorpresa de los discípulos y del gobernador, el maestro agradeció el gesto, pero no aceptó el reconocimiento. Cuando el gobernador se fue, los discípulos intentaron persuadir al maestro de que aceptara, pero el maestro salió fuera del templo en silencio, sembró una semilla en la tierra y luego la regó. En ese momento les dijo a los discípulos que en dos semanas volverían a hablar del tema. A las dos semanas, los llevó a observar la semilla que había sembrado y no habla cuidado en dos semanas. Había brotado una pequeña hoja verde, pero también había brotado una cantidad enorme de mala hierba que estaba asfixiando la hoja. Miró a sus discípulos y les dijo: —De la misma forma que la hierba mala crece con el agua aplastando a la planta, el ego crece con los reconocimientos. Yo no quiero ser reconocido y tener que luchar con mi ego para que no crezca. Yo no hago el trabajo para que me reconozcan, lo hago por servicio, por amor, porque es mi misión de vida. Yo no quiero que me reconozcan a mí, yo quiero que se inspiren en lo que hacemos para que cada día más personas se preocupen por ayudar.
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